LA AMATISTA
novela por entregas
aparecerá en este blog un capítulo cada semana
Inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual de Barcelona, 2005.
QUINTA ENTREGA
DALETH
4
De Logroño a Nájera
Una inacacable calle, la del Marqués de Murrieta, luego Avenida de Burgos, enlaza el casco antiguo de Logroño con la zona industrial en el circundo de la carretera nacional 120. Para amortiguar el impacto de la fastidiosa andadura suburbial, los caminantes resolvieron repartir el desayuno en sucesivos bloques lineales, arrancando con un simple café y culminando con una colación de fundamento ya en los aledaños del puente del ferrocarril. Después de lo cual se aplicaron resignados a obedecer las señales amarillas que durante una hora los fueron guiando entre un maremágnum de fábricas, solares y autovías. El sol trepaba espléndido a sus espaldas abriéndose camino en un cielo sin obstáculos cuando alcanzaron por fin el remanso estético del parque del pantano de La Grajera. Casi dos horas habían tardado en librarse de los suburbios logroñeses.
La Rioja es la tierra de los siete valles, labrados por ríos que corren de sur a norte, desde el Sistema Ibérico al Ebro. Uno de estos ríos, el Oja, es el que da nombre al país. El Camino de Santiago, enderezado de este a oeste, cruza de través dos de estos valles, el del Najerilla y el del Oja, cortando también varias vaguadas menores. Esto hace un trayecto ondulado, aunque con escasos desniveles.
A la salida de Navarrete y hasta el Alto de San Antón la ruta discurre entre los últimos altozanos de las montañas que se extienden entre los ríos Iregua y Najerilla. Después del Alto comienza el descenso hacia el valle del Najerilla en el que se asienta la ciudad de Nájera. El río recoge las aguas de las cuencas de la Sierra de la Demanda y de los Picos de Urbión, lo que hace un buen caudal incluso en verano. Es río truchero.
El trazado actual del camino contornea el pantano de La Grajera, pasa al pie de la antena de comunicaciones y sale del parque para desembocar en una pista que 1.500 metros más adelante vuelve a enlazar con la carretera nacional, que aplasta la antigua calzada, en el Alto de La Grajera. Después de un kilómetro, el camino marcado se desvía por la carretera de Entrena y al poco enfila una pista rural que atraviesa la autopista A-68 por un paso elevado junto al cual se divisan las ruinas del Hospital de San Juan de Acre. Diez minutos más y el camino entra en Navarrete por la Puerta de Santiago. El Camino viejo es la misma calle Mayor, que asciende hacia el almodóvar.
Navarrete es población de aspecto agradablemente arcaico, medieval, como dicen las guías. En sus calles angostas y sombreadas pueden encontrarse todavía talleres de alfareros que moldean con torno a pedal.
Los caminantes se concedieron un buen refrigerio en la fonda Carioca, que abre puertas a la antigua carretera, para zafarse por un momento de la luz del sol en su demasía. Luego calaron sus chapeos y al pie de la villa requirieron la nacional 120 que les haría ruidosa compañía durante una hora y media, con el sol sobre la oreja izquierda. Et modo quae fuerat semita facta via est ["Luego lo que había sido una senda se transformó en carretera"], se lamentó el caminante mayor.
A la salida de Navarrete el cementerio luce un inesperado pórtico románico, único despojo remanente del hospital de San Juan de Acre. Los caminantes se descubrieron ante la pequeña lápida que recuerda a Alicia de Crämer, peregrina ciclista muerta en accidente en este lugar. El caminante mayor recitó pausadamente el salmo 129: De profundis clamabo ad te Domine, Domine exaudi vocem meam . Otra vez sobre la ruta, el Compañero no pudo dejar de comentar la admiración que le suscitaba la potencia memorística que gustaban exhibir los miembros del Sodalicio.
-Os sabéis de memoria los salmos, Plotino, Virgilio, las Upanishads...
- Y Aristóteles y Séneca y el Paraíso Perdido, y Baltasar Gracián ..
- No acabo de captar la utilidad de atarugar en la memoria textos que se hallan a mano fácilmente en los libros y en los disquetes. El esfuerzo que se requiere para almacenar todo esto es inmenso y las ventajas, a lo que se me antoja, son exiguas.
-Es equívoco usar el noble y delicado nombre de "memoria" para designar a los soportes que registran, codificados, los materiales del conocimiento. La memoria no es tal hasta que no es poseída por una mente viva.
- O sea, que el lápiz-memoria ni es lápiz ni es memoria.
- Es un registro muerto. La memoria viva es el depósito de datos sobre los que opera la mente; ésta no puede girar en el vacío; el mínimo de contenido que requiere es el del lenguaje. Una memoria copiosa propiciará una actividad intelectual intensa.
Ramón Forteza no respondió y dejó que el tranquilo esfuerzo de caminar contribuyera a ordenar sus recuerdos y sus ideas. Luego, durante el resto de la mañana, departieron sobre la renuncia al cultivo de la memoria en la educación y los pésimos resultados de esta carencia.
Los caminantes rebasaron el desvío de Ventosa y alcanzaron el punto del kilómetro 16 en que el camino se aparta de la carretera. Tomaron una pista de tierra a la izquierda y en cosa de media hora remontaron el Alto de San Antón. A la izquierda se van degradando las ruinas del monasterio de este nombre. Desde allí contemplaron el mar de viñedos que en suaves ondulaciones desciende hasta el valle del Najerilla y hasta la misma ciudad de Nájera, de la que les separaban casi dos horas de andadura bajo un sol que, lanzado hacia su cenit, martilleaba sin contemplaciones sus sombreros de paja. El camino es apenas tal; senda improvisada trazada por los voluntariosos celadores de la peregrinación para ahorrar a los caminantes el paso por la carretera. No hay más que estar atento a las señales amarillas e ir atravesando pistas, campos, almacenes, regatos y puentecillos hasta alcanzar los arrabales hortícolas y luego la zona de las industrias muebleras de Nájera. La ciudad se halla cosida a las riberas del Najerilla en una extensión de casi dos kilómetros, y recostada en una muralla de inhiestas peñas rojizas.
Agostados y famélicos, o sea, mozarábicamente crepados , los caminantes alcanzaron la ribera del Najerilla cuando el reloj del monasterio de Santa María la Real daba las dos de la tarde, mediodía solar, y se abalanzaron sobre el Hotel San Fernando, donde su ardorosa comparecencia fue recibida con afabilidad. Regenerados por una dilatada ducha, se reunieron de nuevo en el restaurante anejo al hotel dispuestos a resarcirse de la enojosa travesía por los deteriorados paisajes de la llanura riojana. Desoyendo los consejos del mesonero acerca de la inconveniencia de ciertos condumios en período todavía caluroso, se hicieron servir de primero unos caparrones con tropiezos, que el común denominaría pochas con chorizo y oreja de cerdo, con sus correspondientes guindillas en escabeche, el todo ayudado por un tinto cosechero garantía de la casa. Renunciaron luego a las carnes del guiso que suelen servirse de segundo plato en cazuela de barro con una fritada, y se contentaron con un bacalao al peregrino empujado por un segundo jarro de tinto, meritoria condescendencia en dos empedernidos bebedores de blanco. Unos perfumados melocotones de viña coronaron un almuerzo proyectado con más arte que comedimiento.
A media tarde, cuando ya las calles comenzaban a ofrecer sombras acogedoras, los caminantes, descansados y satisfechos, salieron a darse un garbeo por la villa histórica y monumental.
En los siglos X y XI Nájera (en árabe "lugar entre peñas") fue segunda capital del Reino de Navarra y residencia de sus reyes. Sancho el Mayor, a principios del siglo XI, propició la construcción de la nueva calzada jacobea por La Rioja, haciendo de Nájera etapa principal. Su hijo García engrandeció la villa y la dotó de servicios para los peregrinos. Erigió el monasterio de Santa María la Real y fundó junto a él una alberguería dotada con rentas propias. Cuando en 1076 La Rioja se incorporó al Reino de Castilla, Alfonso VI prosiguió la política jacobea de la casa real navarra, aunque con su sello propio, es decir, favoreciendo escandalosamente a los monjes francos de Cluny. Pero ya a partir del siglo XII la relevancia santiaguesa de Nájera fue cediendo en favor de Santo Domingo de la Calzada, a donde se había trasladado el obispo para zafarse de los cluniacenses. A finales del siglo XV operaban todavía las alberguerías, reseñadas de esta guisa por el peregrino Künig: "Allí dan de grado por amor de Dios en los hospitales y tienes todo lo que quieres. Excepto en el hospital de Santiago, toda la gente es muy burlona. Las mujeres del hospital arman mucha algazara a los peregrinos, pero las raciones son muy buenas".
La actual fábrica de Santa María la Real es gótica de los siglos XV y XVI. Su iglesia se apoya en los riscos donde se halla la cueva en la que, según la leyenda (de la que no tenemos motivos para dudar, adujo el Caminante mayor), fue hallada una imagen de Santa María, románica ella. La cripta fue panteón real de la casa de Navarra.
Plegándose a las instrucciones recibidas en la etapa anterior, el Caminante se esmeraba en sumergirse en el universo imaginativo del cristianismo medieval, exponiéndose sin reservas a los impactos cognoscitivos y emocionales de las obras de arte que iba contemplando. Adoptó el talante espiritual de un peregrino de tiempos pasados, dispuesto a hacer de su camino su universidad. Las lecturas realizadas durante el año anterior bajo la guía epistolar del caminante mayor facilitaban su rápida compenetración con el escenario cultural que llamaba a las puertas de su sensibilidad. En ocasiones se separaba de su compañero, algo remiso frente a las artes plásticas, y solo o en unión con otros peregrinos consumía concienzudos recorridos por los monumentos.
En la plaza Mayor, los caminantes, algo aturdidos por su erudito deambular, se sentaron en los veladores de un café y se dedicaron, vaso en mano, a ver pasar el tiempo y los vecinos. A prima noche buscaron y hallaron una tasca de olores recios en la que les fue servida una trucha del Najerilla frita, que acompasaron con clarete de Azofra, tras lo cual atravesaron el río y se retiraron a descansar.
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